Vimes grinned. Funny, he thought, how I never feel really alive until someone tries to kill me. That's when you notice that the sky is blue. Actually, not very blue right now. There's big clouds up there. But I'm noticing them. - Reflexiones pre-Mortem.
Creo haber comentado ya que la
saga de la Guardia es, para mí, donde Pratchett ha ido tejiendo las mejores historias. También creo que
es en las húmedas y oscuras calles de Ankh-Morpork donde el estilo del Maestro ha ido cincelándose, y casi tengo la impresión de que cada nuevo crimen, cada conspiración y cada injusticia en esa Londres mundodisquera han terminado de pulir un estilo único, fantásticamente alegórico y alegremente destructivo.
Por eso es difícil no hablar de cualquiera (¡cualquiera!) de las novelas de la Guardia sin dejar caer la palabra 'clásico'. Porque la mayoría de los personajes más carismáticos de la saga del Mundodisco han tenido que triunfar en Ankh-Morpork para ganarse ese Cum Laude de los lectores. Como pasa en alguna otra metrópli de mundobola,
por cierto. Los magos, la Guardia, pero también la Muerte. Narices, si hasta las brujas de Lancre han tenido sus momentos más estelares cuando han tenido que bajar de los cerros para confundirse con ese animal desquiciado que es la multitud ankh-morporkiana. Y en
I Shall Wear Midnight (la nombro por ser la última hasta el momento) esto está exprimido a la máxima potencia, y con sobresaliente maestría debo decir.
A día de hoy, cuando tenemos tan asimilada la estructura de la Guardia de la Ciudad, con su cuartel general en
Pseudópolis Yard, hablar de la llegada de Zanahoria, las campañas para las minorías, y la boda de Sam Vimes on Sybil Ramkin suena antiguo. Suena histórico. Suena
vintage.
Pero hubo una vez en que eso ocurrió, y el Maestro escribió sobre ello. Ocurrió en 'Hombres de Armas', un clásico.
Si alguien no ha leído Hombres de Armas, cuando lo haga se encontrará con una novela detectivesca. Si bien no llega al nivel de las posteriores novelas de la saga, sí es entretenida, divertidísima y, como siempre, encontramos su fuerte en las alegorías a nuestro mundo y nuestros valores en forma de dardos envenenados lanzados por el Maestro con aparente arbitrariedad. Y los acontecimientos sociales que ocurren en la novela no desentonan. Como historia autoconcluyente es de las más coherentes que podemos leer dentro de la saga de la Guardia, y en una saga con tantísimos vaivenes argumentales esto es muy valioso (Vimes y Ramkin, Angua y Zanahoria, la evolución de la Guardia como institución, la aparición de la prensa y Correos y la influencia de ambos en la salud mental de nuestro querido Vimes...).
Pero si alguien ya la ha leído, que quede dicho que
es de las que mejor se prestan a una relectura. Porque 1) estoy seguro de que quien se la haya leído lo habrá hecho, al menos, hace un lustro, 2) porque leer sobre el principio de algo cuando ya sabemos sobre su futuro da mucho más valor y significado a lo que ha ido ocurriendo después, y 3) porque rememorar esa escena:
esa escena. ESA ESCENA. Prácticamente al final de la novela, en la que Vimes, el Patricio y Zanahoria tienen esa conversación con la dolorosa franqueza de quien ve su vida pender de un hilo. Esa escena a la que pertenece la cita que encabeza esta entrada, una de las más cojonudas de los 40 libros o así de la saga. Son palabras mayores.
En fin, 'Hombres de Armas' es otro argumento para los que, como yo, sostenemos que la saga de la Guardia está muy por encima del resto de subseries, y otro argumento, claro, para babear con las
perspectivas televisivas que nos trae la primavera.