There are *no* inconsistencies in the Discworld books; ocassionally,
however, there are alternate pasts. (Sir Terry Pratchett, alt.fan.pratchett)

Saga Rincewind (II) - La luz fantástica




'You could jump over the Edge,' said Rincewind. There must be lots of places in the universe that could do with some extra rocks.'

'We've heard about that,' said the troll. 'We've met rocks that tried it. They say you float about for millions of years and then you get very hot and burn away and end up at the bottom of a big hole in the scenery. That doesn't sound very bright.'

Terry Pratchett, The Light Fantastic


Seguimos con nuestra revisión de la saga de Rincewind, esta vez con La luz fantástica, única novela de la saga que es una secuela propiamente dicha, y la segunda novela del Mundodisco.

En principio, cualquier cosa que leamos sobre su antecesora nos serviría en una reseña o comentario sobre esta segunda entrega. Siguen las aventuras de Rincewind y Dosflores, esta vez acompañadísimos por personajes secundarios que sorprenderán por su belleza, otros por su malicia, y otros por su increíble capacidad para seguir vivos.

Y el hilo conductor está formado, de nuevo, por una amalgama de tópicos fantásticos retorcidos lo máximo posible. Aparecerán héroes y heroínas, localizaciones extrañas, batallas épicas espada en mano, y siempre todo aderezado con ese absurdo que a todos nos cautivó en su momento y que aún hoy en día nos sigue llamando la atención.

Personalmente, La luz fantástica fue mi primer libro del Mundodisco, sólo tenía 15 años cuando su portada capturó mi atención en una librería de barrio. Leí la contraportada y no podía creerme lo que estaba leyendo, y hasta hoy. Al no saber que era una continuación de El color de la magia, todo me pareció aún más absurdo, más que al lector que se encontrara con este mundo con algo de información anterior. En ese momento sobreviví al absurdo de Pratchett, y caí cautivado por un tipo de literatura totalmente innovador.

Sin embargo, también creo que La luz fantástica es uno de los libros que peor ha envejecido. No por su antigüedad y tampoco por aquellos criterios literarios de los que hablábamos en otro post. Si os fijáis, las novelas de Rincewind han ido, con el tiempo, reconvirtiéndose a "la saga de los Magos", con lo que tenemos la evidencia de que, como personaje, parece no ofrecer una complejidad suficiente por sí mismo como para mantener viva la trama. O al menos, la trama que busca el autor. Así pues, creo apreciar que, en combinación con algún otro personaje antónimo (como Dosflores o Cohen el Bárbaro), sí gana en relevancia para la historia, ya que su forma de entender la vida es tan peculiar que pierde sentido si no se puede oponer a los valores más o menos valientes de algún personaje. Y, por cierto, Dosflores muestra una actitud valiente en la mayoría de sus intervenciones digna de elogio.

Lógicamente, Rincewind es el personaje ideal para estas novelas. Pero veremos cómo en posteriores entregas de esta saga concreta, su participación se va convirtiendo cada vez más en dependiente de las tensiones que puedan surgir con otros personajes. Algo bastante distinto de lo que transmiten otros personajes como Sam Vimes, Vetinari, o el desternillante Mustrum Ridcully.

Por otra parte, también me llama la atención el, a mi juicio, exageradísimo número de localizaciones distintas que aparecen en la novela, cada una totalmente opuesta a la otra, no sólo en el espacio, sino en el tiempo o incluso en otra dimensión o plano astral. Al final, la lectura termina siendo un poco mareante debido al frenético movimiento al que se ven sometidos los personajes. Imagino que para poder abarcar tantos tópicos, era inevitable situar a los personajes en muchísimos lugares distintos y, claro, en un mundo tan absurdo como el Mundodisco, los medios de transporte no deberían ser un problema. Y de hecho no lo son.

En cualquier caso, y volviendo a la novela que nos ocupa, tiene algún que otro momento memorable. Quien no la haya leído aún, que esté muy atento a la primera aparición de Herrena en la historia, y es que a mí, por lo que escribe, me da la sensación de que Pratchett fue en su juventud el típico adolescente que leía fantasía e inclinaba los libros para ver si, desde otro ángulo, podía ver algo más de carne en la ilustración de la heroína que aparecía en la portada. Mención especial, también, para la conversación entre Rincewind, Dosflores y el (un) Creador.

Casi para terminar, también recordar que los videojuegos que aparecieron con Rincewind como protagonista para PC, PSX y Sega Saturn beben principalmente de estas dos primeras novelas, ¡y son muy divertidos! Algún día les dedicaremos un amplio reportaje.

Así pues, tanto El color de la magia como La luz fantástica son novelas interesantes para empezar con la saga, o para conocer cómo fueron sus comienzos, pero en absoluto son representativas de lo que nos encontramos con la mayoría de las novelas del Mundodisco.

Saga Rincewind (I) - El color de la magia



“Oh. I never stop to find out why people are chasing me, sir. I never look behind, either. That’d be rather silly, sir.” Rincewind habla con el Patricio en The Last Hero.

Con la inminente aparición de The Unseen Academicals, un nuevo paso en las desventuras de los magos de la Universidad Invisible, en LTdA haremos un recorrido por las novelas de esta saga, seguramente las más popular de todas.

Comenzamos con El color de la magia, la primera novela del Mundodisco, la que supuso el comienzo de una saga fantástica incomparable, la única que se puede considerar una precuela y con un final inacabado (aunque en mi opinión, el final de Tiempos Interesantes también tendría su comentario), y en definitiva, una de las más importantes de toda la serie.

Ya hemos comentado que existe una gran diferencia entre el Pratchett más alocado y satírico frente al más maduro, experimentado y cuidadoso en la forma. El color de la magia es, indudablemente, el más claro ejemplo del primer Pratchett.

El argumento es bien conocido por todos, pero no desvelaremos nada por si aún hay alguien que no conozca el libro, ni haya jugado al videojuego, ni haya visto la película. ¡Y voy a la ruina! Sólo recordaros que El color de la magia (película) engloba tanto a su homónimo literario como a su continuación (La luz fantástica), de manera que, si sois de los que leen el libro antes de ver la peli para luego criticarla, tened en cuenta que deberéis leer ambas entregas antes de poneros delante de la pantalla.

El color de la magia, pues, es un libro satírico en el que se retuercen hasta el más increíble de los absurdos todos los estereotipos y clichés del género fantástico, y con los que el lector medio estará más que familiarizado. La crítica, en su inmensa mayoría, está de acuerdo en que las primeras entregas del Mundodisco son las más flojas, las menos profundas y las que muestran unos personajes menos desarrollados. Pero, por su parte, también son las mejores para empezar.

Ridiculizar la épica de la fantasía clásica, los batallones de seres inenarrables, dragones, elfos, orcos o trolls, casi de una forma irrespetuosa, hace que si en algún momento fuiste seguidor de esos mundos de fantasía, ahora disfrutes un montón viendo la cara B de cada uno de estos, digamos, colectivos.

Además, en El color de la magia se empieza a establecer el sistema político, social y económico de Ankh-Morpork, una ciudad que irá ganando vida en cada nueva novela, que irá madurando y se convertirá en un reflejo mordaz y agresivo de nuestro mundo, y por la que, además de todo, ya es difícil hasta perderse.

Y ¿qué decir de los personajes? Rincewind es seguramente el personaje más popular de toda la saga, pero no es el único que nos robará el corazón. Dosflores, el primer idiot... turista del Mundodisco, junto con su inseparable Equipaje, forman una pareja tan absurda como desternillante. Y, bueno, también aparece por primera vez otro personaje que nos robará el corazón. Literalmente. El hecho de que luego nos lo devuelva con un interés del 10% y nos haga dar gracias por recuperarlo le da un toque exótico que lo hace irresistible. Ya sabéis de quién hablo, ¿verdad?

Sobre Rincewind, este incomprensiblemente carismático personaje, quisiera hablar un poco más. Su capacidad para seguir vivo (inteligente recurso literario donde los haya), sus teorías sobre la importancia de huir de y no hacia algo y lo imaginativo que resulta en sus huidas nos haría pensar en que se trata del perfil de antihéroe clásico que estamos acostumbrados a ver en muchas otras obras. Sin embargo, este mago inepto y cobarde irá ganando en importancia en posteriores novelas, tanto en estatus académico como social (aunque siempre de una forma velada), y eso hace que, personalmente, tenga muchas ganas de ver qué relación tiene con los otros magos de la Universidad en la nueva novela. Por supuesto, el Equipaje tiene mucho que ver en todo esto, pero también influyen la casualidad, la suerte o una aparición fugaz de algún personaje muy secundario para salvarle la vida.

Admito que esta última afirmación es discutible. Me baso en que en posteriores novelas empezará a ser conocido, se le empezará a respetar (aunque sea por el mero hecho de haber sido el primero en escapar con vida de un número indeterminado de lugares horribles), e incluso La Muerte comenzará a entablar una relación ligeramente distinta con él. Y es que tenerle tantas veces tan cerca, y nunca llegar a segar su alma, debe irritar incluso a la personificación antropomórfica más paciente.

El Mundodisco menos fantástico



Después de traducir el artículo sobre magia y género hace unos días, y tras acordarme de otro análisis ciertamente concienzudo al que ya he hecho referencia con anterioridad, di con otra reflexión que me gustaría desgranar un poco.

No es nada nuevo que El Maestro comenzó su andadura en la publicación de novelas buscando la sátira por medio de la explotación de ciertos estereotipos del mundo de la fantasía, como él mismo dijo:

Now, how did I start out? It was to have fun with some of the clichés. It was as simple as that.
Tampoco es nada nuevo que las primeras novelas, en las que las referencias al mundo fantástico al que tanto le debe(mos), son las más ligeras, fáciles y procedimentales de la saga. Comparando, por ejemplo, las primeras entregas de las brujas o la guardia, con los últimos o penúltimos de estas mismas sagas, observamos una evolución. Observamos cómo la forma, el setting, el atrezzo, que era la fuente de gran parte de las situaciones argumentales, ha dado paso a la reflexión interior, al soliloquio (esas reflexiones aparentemente simples sobre política y relaciones de poder de nuestro querido Sam Vimes, en El Quinto Elefante) y a la identidad de los personajes como repositorio para un argumento menos trabado, menos dependiente de los elefantes, las tortugas y los gremios.

Y aquí es donde uno encuentra textos como el del artículo "Por qué leo fantasía", y no puede dejar de pensar en cómo muchos de nosotros, lectores de género (unos más que otros, claro), defendemos la lectura de novelas de fantasía con el argumento de que muestran comportamientos que no tendrían cabida en un mundo de ficción y que, no obstante, se dan continuamente en nuestra rutina diaria. Ciertas emociones sólo pueden quedar representadas artísticamente en mundos objetivamente ajenos al nuestro, ya que en nuestra vida, sentimientos extremos (como los que podemos sentir en un sueño) escasean. Incluso los hay tan desgraciados que ni los experimentan en toda su vida. Así, esgrimimos la espada del realismo como uno de los argumentos para leer fantasía. Y en esta mágica contradicción se encuentra el Mundodisco. Personajes con su propia entidad e identidad, de los que conocemos su pasado con detalle, y que, en un mundo loco y onírico se han liberado del estereotipo al que habían de servir, para desarrollar una personalidad más propia de la ficción que de la fantasía. Y sin embargo, estos personajes transmiten el anhelo por sentir lo que, a veces, ni la ficción real es capaz de transmitir.

Como seguidor de este autor, animo a todos a disfrutar del humor corrosivo y ácido de sus primeras novelas (y si has sido consumidor de fantasía, ay amigo, ahí sí que estás perdido, no podrás parar), pero también a adentrarnos en sus reflexiones más profundas sobre la naturaleza humana y el absurdo al que nos aboca nuestra propia condición. Y, por supuesto, si os gusta el fútbol, él también se ha acordado de vosotros!

¿Por qué Gandalf no se casó nunca?, por Sir Terry Pratchett



El texto que encontraréis a continuación es la traducción de un discurso pronunciado por Sir Terry Pratchett en la Novacon, en 1985. Fue publicado por Xyster 11 ed. Dave Wood, 1986.
Agradecemos enormemente a David Langford el haber transmitido al agente de Sir Terry, Colin Smythe, el interés de La Torre del Arte en traducir ciertos textos al castellano. Y, por supuesto, también a Colin Smythe por permitir a este blog llevar a cabo la traducción del artículo que hoy nos ocupa.
Podéis encontrar el artículo original aquí, y también os remito al Puercoespín N.86 , en el que aparecerá una versión reducida del artículo que aquí tenemos completo.
Lógicamente, este texto tanto su versión original son © Sir Terry Pratchett.


¿Por qué Gandalf no se casó nunca?

Quiero hablar sobre la magia, de cómo se representa la magia en la fantasía, de cómo la literatura fantástica ha, en efecto, contribuido a un uso de la magia muy diferente, y quizás lo más importante: cómo el mundo occidental, en general, ha terminado aceptando una cierta y extremadamente sospechosa imagen de los usuarios de la magia.

Debería decir, antes de nada, que realmente no creo en la magia más de lo que creo en la astrología, porque soy Tauro y a nosotros no nos va ese rollo rarito de lo oculto.
Pero hace un par de años escribí un libro llamado El color de la magia. Tenía algunos chistes geniales. Era un intento de hacer por el universo de fantasía clásica lo mismo que Blazing Saddles hizo por las películas del oeste. También era mi tributo a veinticinco años de lectura de fantasía, que empezó cuando tenía trece años y me leí El señor de los anillos en 25 horas. Ese maldito libro era un ladrillo más en el carril bici de mi vida. Empecé a leer libros de fantasía a la velocidad que sólo puedes alcanzar en tus años mozos. Y me dejó exhausto.

Tuve una infancia dura, ¿sabéis? Tenía un montón de niños con los que jugar, y mis padres me compraban juguetes para usar al aire libre, y siempre rechazaron maltratarme, de manera que nunca se me ocurrió buscar consuelo solitario con un buen libro.

Y entonces, Tolkien lo cambió todo. Me obsesioné con la fantasía. Cómics, aburridas sagas nórdicas, fantasía victoriana aún más aburrida… En este punto será mejor explicar a los oyentes más jóvenes que en aquellos días la fantasía no estaba disponible en todas las tiendas de juguetes y en cada estante de libros, sino que era algo así como el sexo: no sabías dónde encontrar los libros guarros de verdad, así que todo lo q podías hacer era meter la zarpa en revistas de Fotografía Amateur buscando desnudos artísticos.

Cuando no la podía conseguir – la fantasía heroica, no el sexo – me daba paseos por las secciones infantiles de las bibliotecas públicas, intentando convencer a los libros sobre elfos y dragones de que se vinieran a casa conmigo. Incluso compré y me leí todos los libros de Narnia de una sentada, lo cual resultó ser como un empacho de ostias consagradas. Ahora ya no me importaba nada.

Un día las autoridades me agarraron y me encerraron en una habitación oscura con pequeñas dosis de ciencia ficción hasta que rompí con mi adicción, y ahora puedo pasear y ver un libro con un dragón en la portada. Y ya casi no me sudan las manos.

Pero una parte de mi mente permaneció enchufada a lo que llamaría el universo fantástico consensuado. Existe, y todos lo sabéis. Se ha formado por el folclore y románticos victorianos y Walt Disney, y E.R Eddison y Jack Vance y Ursula Le Guin y Fritz Leiber… ¿verdad? De hecho, esos escritores y otro puñado más lo han definido de forma muy cerrada. Ahora hay, para la satisfacción de escritores parasitarios como yo, lo que casi podría llamar “elementos argumentales de dominio público”. Hay dragones, y gente que hace magia, y horizontes lejanos, y búsquedas, y elementos de poder, y ciudades extrañas. Tenemos el tipo de escenografía que tendríamos en la Tierra si Dios hubiera tenido el dinero suficiente.

Para ver el universo fantástico consensuado en detalle sólo tenéis que echar un ojo al juego de rol Dungeons and Dragons. Son mosaicos de cada una de las historias fantásticas que hayáis leído.
Por supuesto, el universo fantástico consensuado está lleno de estereotipos, casi por definición. Los elfos son altos y justos y utilizan arcos, los enanos son bajitos y oscuros y votan a los laboristas. Y la magia funciona. Ésa es la diferencia entre la magia en un universo fantástico y la magia aquí. En el universo fantástico un mago apunta con sus dedos y todas esas lucecitas azules chisporroteantes salen, y luego hay algún tipo de explosión y algún pobre diablo es convertido en algo horrible.

En cualquier caso, si te apuntas a este mercado por el chiste fácil, aprendes que éste se busca frecuentemente de dos formas: o bien retorciendo un cliché, o bien tomándose las cosas desde una óptica absolutamente literal. Así, en la secuela de El color de la magia, que está publicándose rápidamente a la velocidad de la deriva de un continente, aprenderéis qué ocurre, por ejemplo, si alguien como yo se agarra a la idea de que los círculos de piedra megalítica son en realidad computadores complejos. Lo que consigues es lo siguiente: druidas merodeando por ahí hablando algún tipo de jerga informática y refiriéndose a Stonehenge como el milagro del pedazo de silicio.
Mientras escudriñaba el mundo de la fantasía en busca del próximo cliché para sacarle algunas risas, encontré uno que estaba tan arraigado que difícilmente te darías cuenta de que está allí. De hecho, me golpeó con tanta fuerza que empecé a fijarme en él seriamente.

Y se trata de la clarísima división entre la magia hecha por mujeres y la magia hecha por hombres.

Hablemos de los magos y las brujas. Hay una tendencia a hablar de ellos como unidad indivisible, como si simplemente fueran diferentes etiquetas sexuales para el mismo trabajo. Eso no es verdad. En el mundo de la fantasía no existe nada parecido a un hombre bruja. Warlocks, os oigo gritar, pero es verdad. Oh, puedo aceptar que se postulen para historias concretas, pero aquí me estoy refiriendo a la tendencia general. Y por supuesto, no existe algo así como una mujer mago.
¿Hechiceras? No son más que un tipo mejor de bruja. ¿Pitonisas? Simplemente brujas con buenas piernas. El mundo de la fantasía, de hecho, necesita desde hace tiempo una visita de los activistas por La Igualdad de Oportunidades porque, en el mundo de la fantasía, la magia hecha por mujeres es habitualmente de mala calidad, de tercer nivel, con connotaciones negativas, mientras que los magos son normalmente más cerebrales, inteligentes, poderosos y sabios.

Extrañamente, esto también ocurre en este mundo. No hace falta creer en la magia para darse cuenta.

Los magos suelen hacer un tipo de magia mejor, mientras que las brujas te provocan verrugas.

El mago arquetípico es, por supuesto, Merlín, consejero de reyes, creador de la Mesa Redonda, y el único hombre que sabía cómo accionar el electroimán que liberaba la Espada de la Piedra. No es, de hecho, un héroe folclórico, porque mucho de lo que sabemos sobre él está basado claramente en La vida de Merlín, de Geoffrey de Monmouth, escrito en el siglo XX. El viejo Geoffrey era uno de los grandes escritores de fantasía de todo el mundo, casi tan bueno como Fritz Leiber, pero sin esa cosa sobre los gatos.

Merlín tuvo muchos problemas con las mujeres. Morgan Le Fay – una bruja – era su mayor enemigo, pero finalmente acabó atrapado en su cueva de cristal o en su bosque encantado, elegid vosotros mismos vuestra propia variante, por una alumna. El mensaje está claro, chicos: eso es lo que os pasa si dejáis que la magia verdaderamente poderosa caiga en las manos de las mujeres.

De hecho, Merlín casi ha sido reemplazado como mago número 1 por Gandalf, cuya magia es más sugerente que aparente. También me gustaría mencionar en este punto a un tercer mago del que seguramente habréis oído – Ged, el de Un mago en Terramar. Digo esto porque los libros de Ursula Le Guin nos ofrecen un meticuloso y típico mundo mágico. Sugeriría que todo esto funcionó porque se adaptaron de una forma excelente en nuestra imaginería de cómo la magia se ordena. Sirven para señalar algunos parecidos con nuestros magos.

Son todos licenciados, y sexualmente continentes. Así, la fantasía está en concordancia con algunos de los trabajos estándar sobre magia, que dejan claro que un buen mago no tiene sexo. (Gracioso, porque no existe esta prohibición en las brujas; pueden ser unas libertinas, que eso no afectará en absoluto a su magia). Los magos tienden a existir en Órdenes, o jerarquías, y la verdad es que la Isla de Gont no me recuerda a nada más que a una universidad medieval europea, aunque supongo que alguien limpiará los lavabos. Hay, de hecho, algunas practicantes de magia en Terramar, pero si no son diabólicas, entonces o están confundidas o tratadas por Ged de la misma forma que una obstetra de la calle Harley trata a una comadrona local.

Os imagináis a una mujer intentando conseguir plaza en la Universidad de Gont? O lo puedo poner de otra forma – Os imagináis a un Gandalf mujer?
Por supuesto, casi no hace falta mencionar a las brujas de los cuentos de hadas, un atajo de brujas tan malévolas como podáis imaginar. Seguramente será por haber vivido en esas casitas de jengibre. Y por supuesto, no es nada sorprendente que las brujas hayan sido siempre descritas sin dientes – lo provocaba vivir en casas de 90000 calorías. Cuando escucharan ruiditos, eran probablemente los niños del pueblo, comiéndose el pomo de la puerta. Tomando como fuente el libro de mi hija de ocho años sobre Magos, un librito ilustrado y disponible en cualquier buena librería, “los magos deshicieron el mal causado por las malvadas brujas”. Ahí está de nuevo, el recurrente mensaje: la magia femenina es barata y mala.

Pero ¿cuál es el motivo de todo esto? ¿Hay algo en el mundo real que se refleje en la fantasía?

Lo más curioso es que el mundo occidental al menos no hay una gran tradición mágica. Puedes buscar en vano magos genuinos, o brujas, para corroborarlo. Conozco a mucha gente que se creen brujas, paganos o magos, y los más realistas admitirán que mientras que les gusta creer que están siguiendo una tradición que se remonta al conocido Amanecer de los Tiempos, en realidad lo han cogido todo de los libros y, sí, historias fantásticas. He acabado creyendo que la ficción fantástica en todas sus formas no se basa en nada del mundo real. Creo que unas y otras brujas toman sus ideas de sus lecturas o, antes de eso, del folclore. La ficción construye la realidad.

En la Europa occidental, ciertamente, los magos son pocos en número y están alejados los unos de los otros. He podido identificar a una docena más o menos, los cuales, en una retrospectiva infalible de la historia, parecen o estafadores o prestidigitadores. Los druidas casi se ajustan a lo que estamos buscando, pero se da el caso de que no eran más que unas líneas escritas por Julio César hasta que se reinventaran hace un par de siglos. Toda esta parafernalia de los ropajes blancos, las hoces y el ser uno con la naturaleza es lo que ellos querrían. Aunque también significativo. César los describió como curas viciosos de una religión basada en sacrificios humanos, y sangrientos como el que más. Pero el Relaciones Públicas de la historia, sin embargo, les ha convertido en chamanes místicos, a no ser que me refiera a shamen (en inglés, shame = vergüenza); hombres de paz que elaboran pociones mágicas.

A pesar de la reivindicación de que nueve millones de personas fueron ejecutadas por brujería en Europa durante los tres siglos que siguieron al 1400 – esto aparece con frecuencia en libros de ocultismo popular y sólo puedo decir que el dato es probablemente tan fiable como el resto de sus contenidos -, es difícil encontrar evidencia palpable de un culto de brujas tan extendido. Conozco a bastante gente que se llama a sí misma brujas. No, espera, son brujas – ¿por qué no debería creerles? Su religión me parece imprecisa, pero bienintencionada y, por lo menos, inofensiva. La brujería moderna son los Amigos de la Tierra rezando. Si tiene una sola raíz, está en los trabajos de un funcionario colonial de épocas antiguas y naturista pionero llamado Gerald Gardiner, pero yo creo que están basadas realmente en un revoltijo de hierbas, en el ocultismo impredecible de los sesenta, y en El señor de los anillos.

Sin embargo, debo aceptar que sí que ha existido gente llamada ‘brujas’. De alguna manera, han sido creadas por el folclore, por lo que yo llamo el Proceso del Platillo Volante – ya sabéis, alguien ve algo en el cielo que no puede o no quiere explicar, sabe que hay una historia popular sobre avistamientos de platillos volantes, decide que lo que ha visto es un platillo volante, y muy pronto ese “avistamiento” añade algunos copos a la gran bola de nieve de la platillología. De la misma forma, el campesino que sabe que las brujas son viejas feas que viven solas porque el folclore lo explica también sabe que la viejecita del pueblo debe ser una bruja. Pronto, todo el mundo SABE que hay una bruja en el valle de al lado, atribuyen ciertas triquiñuelas del destino, y así el gran mito sigue su curso.

Uno puede buscar en vano una evidencia similar así de extendida con los magos. Además de los puñados de dudosos médicos ya mencionados, la mitad de los cuales son fácilmente identificables como alquimistas o charlatanes, todo lo que pude encontrar fue algún culto vagamente masónico, como los Palabra de los Jinetes, en East Anglia. No hay demasiado de Gandalf por ahí.

Ahora podéis adoptar la visión de que por supuesto éste sea el caso, porque si el cayado está sucio en la punta, va para las mujeres. Cualquier cosa hecha por mujeres es automáticamente degradada. Ésta es la visión más extendida – bueno, ampliamente extendida por mi mujer desde que empezó a ir a reuniones de grupos de incremento-de-la-concienciación – y la que me dice que es ridículo especular sobre este tema porque la respuesta es demasiado obvia. La magia, según esta teoría, es algo en lo que sólo los hombres pueden ser buenos, y por eso cualquier intento de las mujeres de sobrepasar la línea sagrada debe ser rigurosamente apagado.

Me gustaría saber si esto es realmente lo que hay. Pero el hecho es que el universo fantástico que tenemos por consenso ha cogido la idea y la mantiene. Yo me inclino por la visión distinta, aunque sólo sea para mantener viva la discusión, de que todo el meollo es mucho más metafórico que eso. El sexo del practicante de magia, la verdad es que tampoco influye demasiado. El clásico mago, creo, representa el ideal de la magia – todo lo que esperaríamos poder ser, si tuviéramos el poder. La clásica bruja, por otra parte, con su habitual malévolo interés en la pequeña cerveza de los affaires humanos, es todo lo que tememos tan bien que seguramente nos convirtamos en ellos.

Oh, bueno, esto no me dará un título de Doctor. Sospecho que a través del insidioso medio de los libros ilustrados para niños, los magos continuarán practicando su alta magia y las brujas ejecutarán sus hechizos diabólicos y malhumorados. Va a pasar mucho tiempo antes de que haya sitio para RITOS IGUALES.

¿Qué calidad?


Antes de nada, comentar que la sequía en los posts de estos meses de verano ha sido consecuencia precisamente de eso: del verano. Una época muy mala para sentarse delante de un ordenador a escribir, ¡y aún así han pasado muchas cosas! Y también expresar mi intención de volver a un ritmo de publicación relativamente frecuente. Hay más de un proyecto en camino.

"Calidad literaria" es un término puñetero en sí mismo. Es a la literatura lo que el burka al fundamentalismo islámico: una herramienta institucionalizada que se puede usar en contra de cualquier movimiento (no me he atrevido a llamarle evolución) dentro del ámbito en el que se encuentran. Imaginad ser un escritor aclamado por la crítica internacional, nadando entre la riqueza que tus novelas te proporcionan, conocido e idolatrado por una legión de sguidores que organizan eventos y convenciones sobre ti... pero que en el corazón del mundo literario, en la raíz misma de tu éxito y en el mundo que te pone el pan en la mesa cada día, ahí hay un "pero". Y qué "pero", ¿verdad? Cuestionando, ni más ni menos, que la calidad de tu obra.

En un reciente artículo, Terry Pratchett afirma "ser aún un gacetillero" (recordemos que su vida "literaria" antes del Mundodisco se reduce a haber sido reportero en un diario local, o como agente de prensa en una central nuclear, ), sin que el entrevistador aprecie ni un ápice de orgullo, y sí algún rasgo desafiante en su afirmación.

En primer lugar, creo que deberíamos diferenciar entre aquellos escritores (normalmente de ficción, aunque no exclusivamente) que trabajan en un ámbito lucrativo y cuyos trabajos gustan al gran público (aunque no necesariamente a sus compañeros de profesión), y aquellos autores que publican trabajos más rigurosos y que requieren un análisis formal y de contenido más específico.

Y es que Terry Pratchett escribe literatura de aeropuerto, igual que Dan Brown, J.K Rowling, Isaac Asimov, John Grisham, Stephen King, Stieg Larsson... Muchos críticos de estas obras esgrimirían argumentos relacionados con el concepto de "baja calidad literaria" para menospreciar las obras de estos autores. Y estos críticos, fundamentalistas de su tiempo, normalmente ávidos lectores de los clásicos y con enormes dificultades para leer a alguien que siga vivo, cometen un error.

En primer lugar, y aunque no queremos parecer demasiado pedantes en este blog, sí conviene recordar que existen elementos objetivos que dotan a un texto de "calidad literaria", o "literariedad". Sin embargo, estos elementos no son imperecederos en el tiempo, han ido evolucionando junto con la sociedad y con las personas que escribían y leían. Así, el modelo clásico entra en crisis y da paso a un nuevo paradigma (una nueva óptica) de estudio literaria. Y esto ha pasado desde que el hombre comenzó a hacer cosas, y durará para siempre, porque está en la naturaleza misma de las personas.

Y ahí está el problema, que esas características eminentemente literarias están cimentadas en un canon específico del que salieron autores con un perfil determinado y con un estilo específicamente adecuado para su tiempo. ¿Por qué aún seguimos hablando de "literatura de mujeres" o "literatura de minorías étnicas"? Sencillamente, porque no hemos sobrepasado el canon de escritor (y no escritora) blanco, que como mucho podría convertirse en objeto de culto como poeta maldito.

Por ello, desde aquí, al igual que el artículo que da pie a esta entrada, nos posicionamos en contra de los fundamentalismos y los radicalismos en el ámbito del arte, y animamos una vez más a nuestros escritores favoritos a que sigan publicando al ritmo que consideren oportuno. ¿Por qué leer sólo 5 si se pueden leer 35, y encima nos gustan (casi) todos?
 
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